Un malestar llamado dispepsia

Hinchazón, náuseas, eructos frecuentes, sensación de empacho o de imposibilidad de digerir los alimentos. Estos síntomas son frecuentes en los pacientes que llegan al consultorio clínico. Los médicos llamamos a esta condición dispepsia, hasta que logramos identificar cuál es su causa.

No se trata de episodios ocasionales, como después de una comilona, sino de la persistencia de estos síntomas. Hay quienes conviven con esta enfermedad, que incapacita y ocasiona ausentismo laboral.

Los orígenes del malestar pueden ser muchos: desde trastornos funcionales, producidos por nervios o estrés, a problemas orgánicos. Muchas veces los pacientes nos dicen que están mal del hígado, pero no es así. El problema puede estar localizado en el esófago, en el estómago o en el intestino delgado asociado al páncreas.

La dispepsia es más común en las mujeres y, en general, se presenta antes de los 40 años, asociada a causas emocionales o a antecedentes de la persona. Ahora bien, si el paciente tiene más de 45 años, es fumador, nunca tuvo este tipo de problemas antes y, de repente, le aparecen, el médico debe prestar atención. Si el paciente pierde peso asociado a los síntomas de dispepsia, puede ser un indicio de que no se trata de un trastorno funcional sino de un problema orgánico, es decir, que tiene una causa que lo produce.

Un tipo de trastorno orgánico es la dispepsia ulcerosa. Por el dolor que causa la úlcera, el enfermo no puede comer y entonces pierde peso. Otras causas comunes son los antecedentes de enfermedad ulcerosa previa, la esofagitis o la alta ingesta de antiinflamatorios, como sucede después de un tratamiento prolongado por dolor en otra área del cuerpo. Existe también la posibilidad de que un individuo produzca mucho jugo gástrico y que éste suba al esófago y haga erosiones. Esto produce dolor esofágico y cambios en el estilo de vida asociado a este problema.

Por eso, cuando el paciente llega con síntomas de dispepsia, la primera medida es interrogarlo para determinar si debe ser estudiado con urgencia. Si no tiene anemia ni bajó de peso, se prueba un tratamiento de dos meses con medicamentos –ranitidina, omeprazol u otros– que disminuyen la producción de jugo gástrico. En el caso de las dispepsias funcionales, este tratamiento permite la recuperación del paciente. Pero si al suspender la medicación el paciente recae, o si antes de cumplidos los dos meses manifiesta no sentirse mejor, entonces es necesario realizarle estudios que permitan determinar qué lo aqueja. Para eso, el método más práctico y efectivo es la endoscopía digestiva alta (por la boca).

Es importante estudiar a las personas que, además de síntomas de dispepsia, tienen factores de riesgo coronarios, como tabaquismo, sobrepeso o sedentarismo, ya que algunos trastornos del corazón pueden manifestarse en forma similar y, entonces, confundirse.

En relación a la alimentación, se recomienda a los pacientes con dispepsia que eviten comer mucho y con poca frecuencia. Conviene alimentarse más seguido e ingerir porciones pequeñas de comidas fáciles de digerir. Deben esperar una hora antes de acostarse y, preferentemente, elevar la cabecera de la cama para no dormir en posición horizontal, sino con una leve inclinación. Los que sufren ardor de estómago no deberían comer cítricos, beber café, fumar, comer alimentos de difícil digestión ni tomar antiinflamatorios.

Gastritis o úlceras

A diferencia de la dispepsia, las gastritis y úlceras producen como síntoma dominante un dolor intenso, que se calma luego de ingerir alimentos y neutralizar así los jugos gástricos. En general afectan a personas que tienen antecedentes de una enfermedad ulcerosa o de episodios similares producidos por estrés.

Si se sospecha que un individuo puede tener gastritis o úlcera causada por la bacteria Helicobacter pylori, el profesional debe solicitar una endoscopía y buscar la infección. Si se confirma la sospecha, se trata al paciente durante siete días con antibióticos y durante 30 días con un medicamento para disminuir la producción de jugos gástricos. No es necesario realizar una nueva endoscopía para confirmar que se eliminó la bacteria. El estudio sólo se repite si el paciente no mejora –algo que sucede con muy poca frecuencia– o si en la primera evaluación se encontró una úlcera en el estómago.

Estas úlceras se tratan con medicamentos durante ocho semanas y algunos meses después se realiza una endoscopía para ver si desaparecieron. Esta medida es necesaria porque las lesiones pueden ser el asiento de tumores. En las ulceras de duodeno la endoscopía no es necesaria.

Cómo identificar los problemas del hígado

Es una creencia común que los problemas de hígado o los cálculos en la vesícula provocan síntomas similares a los de la dispepsia. Con frecuencia, también se asocian los dolores del lado derecho del abdomen con malestares hepáticos.

Sin embargo, las afecciones del hígado o la vesícula producen dolor en el hombro derecho. Esto se debe a la forma en que están distribuidos los filetes nerviosos. A veces, cuando hay cálculos en la vesícula biliar y se producen cólicos, el dolor en el abdomen superior puede ir acompañado de vómitos y fiebre. Son eventos agudos y muy dolorosos, que convocan al paciente a la consulta en una guardia.

Los dolores en la parte derecha del abdomen son, en la mayoría de los casos, dolores intestinales, que se producen cuando se distiende la porción llamada ángulo hepático del colon –que es donde el intestino produce muchos gases–, y toma contacto con la cápsula del hígado.

Fuente: http://www.docsalud.com/noticia.aspx?ix=3056

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