Fumar, ¿pasó de moda?

Fumar, ¿pasó de moda?Mientras abundan las restricciones, la industria tabacalera aduce que sus ventas no cayeron. Ex fumadores, actuales consumidores y especialistas médicos debaten por qué hoy el cigarrillo no está bien visto.

Se los puede encontrar en los balcones, o con medio cuerpo asomado por alguna ventana hacia el vacío, o sentados a la mesa en un bar callejero (cerca del sol si hace frío y lejos del sol si aprieta el calor). Se los puede ver acurrucados junto a alguna puerta o caminando en círculos por alguna vereda, o más relajados, en grupo, a la entrada de alguna oficina, en la puerta de un restaurante o en los lugares reservados para ellos, siempre lejos de los demás. Parece mentira, pero son los fumadores. Una especie amenazada de extinción que resiste a pesar de ser demodé: lo menos cool o fashion que se pueda imaginar.

“Fumar está mal visto. La mayoría de los fumadores sabe que es malo, para ellos y para el resto. Aun así, sólo la mitad hace algún intento por dejarlo”, dice la doctora Marina Kosacoff, subsecretaria de Prevención y Control de Riesgos del Ministerio de Salud de la Nación, mientras muestra algunas cifras de la Encuesta Mundial de Tabaquismo en Adultos (GATS, por sus siglas en inglés), una investigación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que se hace en una docena de países, se realizó en la Argentina el año último y volverá a efectuarse en 2016. El GATS indicó que fuma el 22,1% de la población, que el 98,3% cree que fumar causa enfermedades graves y que el 92,6% considera que respirar humo de tabaco causa enfermedades graves también en los no fumadores. Y es cierto: el humo ajeno mata a 6000 personas (grandes y chicos) cada año en el país.

La gente del ministerio destaca que entre 2009 y 2012 dejaron de fumar 700.000 habitantes: mientras la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR 2009) midió un 27,1% de fumadores, el GATS concluyó que, tres años después, fumaba el 22,1 por ciento”, explica el doctor Sebastián Laspiur, director de Promoción de la Salud y Control de Enfermedades No Transmisibles.

Se fuma menos, eso es cierto. ¿Pero es para aplaudir y relajarse? “Que el cigarrillo pasó de moda es una sensación que confirman las encuestas, que muestran una tendencia descendente, lenta, pero descendente”, enfatiza la doctora María Inés Sosa Liprandi, cardióloga y asesora de la Fundación Cardiológica Argentina (FCA), integrante del Área de Control de Tabaco de la Fundación Cardiológica Argentina y directora de Políticas en Salud de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC).

“Durante muchos años, la industria tabacalera nos convenció de que se fumaba para estar entre amigos, que era parte de la comunicación, como el mate compartido. Ahora, eso ya no es normal. Por eso fumar está pasando de moda. Hasta los fumadores aprueban los espacios libres de humo”, afirma la doctora Marta Angueira, coordinadora del programa de Prevención y Control del Tabaquismo del Gobierno de la Ciudad.

LOS QUE SÍ. Y LOS QUE NO

“Pasó de moda. Pararon de bombardear con propagandas a favor y hoy hay una tendencia hacia un modelo del bienestar personal, más allá de que después nadie controle los niveles de toxicidad de los autos u organice la recolección responsable de residuos peligrosos, como por ejemplo, las pilas”, dice Alejandra Manini (56), autora y directora teatral, ex fumadora de hasta 80 cigarrillos diarios, que un día dijo basta. Y su basta incluye que en su casa se fuma únicamente en el jardín. Tiene un hijito de 2 años y medio, y jamás lo expondría al humo, asegura.

Tampoco expone al humo Mercedes Rodríguez Coste (36), publicista, a su pequeña Luna, una beba de poco más de un año. Pero no es fácil: tanto ella como su marido, Facundo, son fumadores, y la chiquita ya hace la mímica. “Eso me enoja muchísimo -dice Mercedes-. Estando con ella solamente se fuma en el balcón. Sí, voy a dejar. Dejé antes y volví a fumar. Ahora estoy tratando de convencer a mi marido.”

Marcelo Franco (48), gerente de una obra social, sabe que no está bien fumar y le preocupa seguir haciéndolo. “Fumo por dos razones -dice-. Me gusta y no puedo dejar. Lo intenté, pero no funcionó. Mi hija mayor, Agustina, tiene 15 años y no fuma. Ojalá nunca lo haga. Dice que le da asco. Pero también a mí, a su edad, me daba asco.”

Algunos fuman con una mezcla de pena, culpa y vergüenza. “Fumo, sí. Antes hubiera dicho que es porque me gusta. Hoy sé que es una adicción”, confiesa Marisa Scarfiello, arquitecta (54). Otros fuman con un poco más de desenfado: “Fumo un atado por día porque me gusta. Hice muchas campañas contra el pucho, y ahí sigo. Ojo, puedo estar sin fumar si voy a ver a mi hija a EE. UU. Intelectualmente quiero dejar, pero es lo único, realmente lo único, que me da placer”, asegura Norma Ordóñez (62), comunicadora.

“Fumar es un papelón -sintetiza Olga Latman (55), psicóloga social y acompañante terapéutica-. Hoy, en una reunión. andá a prender un cigarrillo.”

“El cigarrillo representa algo de un pasado insalubre. Además, no se puede fumar ni en pubs ni en restaurantes ni en el trabajo. Eso también ayuda”, dice Maxi Seitz (41) desde Londres, donde vive y trabaja en la BBC. Maxi, casado y con dos hijos, dejó de fumar después de un gran esfuerzo. “Hoy me da asco”, asegura.

“Antes la pasabas bien cuando fumabas. Ahora no. Te echan de todas partes, te mandan al balcón cuando hace frío”, dice Gabriela Sapia (39), fotógrafa, que dejó el cigarrillo el año pasado. “Es la mejor decisión que tomé: me liberé de una adicción y de la condena social, porque ya me molestaba que me dijeran que olía a cigarrillo -agrega-. No fue fácil. Unté barquillos con dulce de leche, trituré caramelos, pero no lo toqué más y no lo extraño. Y si alguien intenta fumar en mi casa le pongo cara de mmm.. Es que el humo tarda en irse del ambiente.”

LA ARMADA ¿INVENCIBLE?

“Ya no está de moda, no es cool, pero sigue siendo una de las drogas más consumidas por los adolescentes y adultos jóvenes. Gracias a la ley 26687, de control del tabaco, de 2011, se incluyeron advertencias e imágenes en los atados, se prohibió la venta de cigarrillos sueltos y se limitó la publicidad, pero no está reglamentada y así se obstaculizan las sanciones”, asegura el doctor Guillermo Espinosa, coordinador del Programa de Cesación del Tabaco del Hospital Italiano.

Espinosa relata que muchos pacientes llegan apenados porque son mal vistos por sus familias. “Saben que no está bien recibir a los nietos fumando o cuentan que son los mismos nenes los que les dicen que dejen de fumar porque no quieren verlos como en las fotos de las cajas de cigarrillos. Eso moviliza mucho”, dice el profesional.

Mientras los que se enfrentan al tabaco se refriegan las manos contando los descensos, los que hacen números en la industria tabacalera no se apenan, ni mucho menos. Las cifras indican que en la última década permaneció estable o incluso aumentó la venta de cigarrillos en nuestro país. “El crecimiento de la población puede explicar una pequeña parte -advierte la doctora Marta Angueira-. Pero la industria tabacalera es muy tramposa. Seguramente blanquearon el contrabando de cigarrillos que, como se sabe, es obra de las mismas tabacaleras. El mensaje que quieren dar es: ¿Vieron? Tantas leyes y no sirve para nada. Vendemos más.”

Bajo la ley o al abrigo de la trampa, la industria acecha también en la noche. Un relevamiento de observación directo realizado por la Fundación Interamericana del Corazón (FIC) y la Alianza Libre de Humo de Tabaco Argentina (Aliar) en los primeros meses de este año en 38 discotecas de la ciudad de Buenos Aires, indicó que en el 95% de los casos se constató allí la presencia de gente fumando, algo prohibido por la ley 3718 de enero de 2011.

La doctora Angueira comenta que en las zonas adyacentes a las discotecas, por ejemplo en Palermo, hay campañas de promoción y entregan cigarrillos en los boliches. “Se actúa, claro que sí -asegura-. Pero son cosas muy difíciles de comprobar. Llega la inspectora y el dueño le dice: Acabo de llamar a la policía para hacer la denuncia de que están repartiendo cigarrillos. Le dicen a la gente que se retire. y aquí no ha pasado nada.”

UNA NUEVA MIRADA

El doctor Ricardo Iglesias, ex presidente de la SAC y la FAC, advierte que la receta para promover la cesación tabáquica ya no pasa por los mensajes intimidatorios sobre la salud, sino que deben estar centrados en aspectos culturales y estéticos. “El día en que la mujer pueda entender que fumar le produce mal aliento, le pone amarillos los dientes y la hace más vieja, ese día tendremos un gran impacto”, avizora Iglesias. Y apuesta también hacia un cambio cultural como ocurrió, por ejemplo, en los Estados Unidos: “Allí se logró que fumar sea visto como algo de pobre, de inculto, de sudaca. Hoy fumar es una adicción mal vista, en especial por la clase media intelectual y las clases más altas. En la clase baja la gente sigue fumando igual”.

Sin embargo, Marta Angueira dice que el cigarrillo es demasiado caro para la gente pobre, que aun así destina el 10% de su magro presupuesto a fumar.

CON LOS CHICOS, SÍ

El tabaquismo comienza muy temprano. “La Encuesta Mundial de 2007 muestra que el 21,6% de los chicos de nuestro país comienza a fumar a los 11 años o antes -afirma la doctora María Inés Sosa Liprandi-. Entre los 13 y 17 fuma uno de cada cuatro, más las chicas que los varones.”

“En los chicos de menores recursos se ve más tabaquismo -dice el doctor Espinosa, que realiza parte de su trabajo en el conurbano-. Vos comparás el precio de un paquete de cigarillos con alguna otra cosa y sigue siendo un escape, una identificación, una forma de hacerse grandes. Son chicos que hablan menos con los padres, o los padres también fuman y ellos respiran el humo.”

Camila Gorelix, 20 años, empleada, asegura que le quedan nueve meses para seguir fumando, porque en febrero, cuando cumpla 21, tiene decidido dejar. “Si no, que me corten un dedo”, promete con firmeza. Lucas Vincón (18), estudiante de Ingeniería, empezó a fumar hace dos años porque un amigo le insistía: “Fumo unos 10 por día, pero los fines de semana mucho más. Lo siento un poco cuando hago deporte, pero no sé si voy a dejar. No me siento atrapado.”

“Es difícil llegar a la gente joven hablando de la enfermedad y la muerte -dice el doctor Ricardo Iglesias-. Son experiencias muy lejanas para ellos. Hay que prohibir fumar en más lugares. Y también aumentar el precio de los cigarrillos, que acá es muy barato.”

Publicidad y promoción. Precio. Leyes. Sanciones a los infractores. Una deuda importantísima es el Convenio Marco para el Control del Tabaco de la OMS, una herramienta internacional que firmaron más de 170 países y la Unión Europa, pero sólo la Argentina no ha ratificado en América del Sur. La dificultad central -coinciden Espinosa y Angueira- es que en nuestro país las provincias tabacaleras son fuertes y el acuerdo exige, entre otras cosas, la reconversión de una industria poderosísima que le entrega al Estado, además, el 70% del precio de cada atado vendido como retorno por impuestos.

“Sin embargo -afirma Sebastián Laspiur desde el Ministerio de Salud-, hay cuestiones en las que se ha avanzado a pesar de que el Convenio Marco no se ratificó. También está pendiente la discusión legislativa sobre el aumento de impuestos. Cuando esto suceda, el salto puede ser muy importante. En tabaquismo, las acciones se sinergizan.”

“No es fácil tener éxitos sanitarios con tabaco. Algunos avanzan más rápido, otros muy poco. Nosotros hemos hecho buenos avances”, concluye la doctora Kosacoff.

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1587695-fumar-paso-de-moda

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